Caso
Easy access to safe, affordable water changes lives in Ugandan villages
Es mi sueño que todo el distrito tenga esos sistemas para que podamos declararlo públicamente como altamente seguro en cuanto al suministro de agua.
Las aldeas pesqueras rurales de Uganda a orillas del lago Victoria no contaban con un acceso fácil a un suministro de agua seguro. El lago se encuentra contaminado por residuos industriales y sus aguas causan enfermedades graves o incluso mortales al ingerirse.
Para ayudar a la zona, el gobierno islandés sufragó en 2015 un proyecto de agua, saneamiento y salud (WASH, por sus siglas en inglés) de 4 años de duración. Islandia colaboró con el gobierno local del Distrito de Buikwe, la ONG Water Mission Uganda y Grundfos, el proveedor de la solución. Una parte del proyecto consistía en abastecer a 39 aldeas con una población total aproximada de 45.000 habitantes. Para ese fin, el equipo perforó pozos de donde obtener aguas subterráneas seguras e instaló sistemas de tuberías con quioscos dispensadores Grundfos AQtap, alimentados mediante energía solar. Gracias a este esfuerzo de colaboración, después de casi dos años, el índice de afecciones vinculadas a enfermedades transmitidas por el agua está en franco declive.
En la aldea de Bugoba, el número de casos de diarrea en todos los grupos de edad se ha reducido un 45 % entre 2017 y 2019. En los niños menores de 5 años, se ha desplomado un 65 %. Además, la gestión de los sistemas de agua está siendo asumida por comités establecidos por las propias aldeas. Los pagos realizados por el agua se destinan a su operación y mantenimiento, lo que garantiza un funcionamiento seguro y sostenible a largo plazo.
La situación
La aldea de Bugoba, de 10.000 habitantes, está situada en un valle del Distrito de Buikwe, en medio de las colinas que se alzan sobre el lago Victoria en Uganda. El viaje en 4x4 desde la ciudad de Jinja hasta Bugoba, que lleva alrededor de una hora, se realiza a través de un camino arcilloso entre cultivos de caña de azúcar y yuca. En la base de una larga y ondulante ladera, a media hora a pie desde la aldea, about a se encuentra el lago.
Cuando Annet Kasukya se mudó a Bugoba para contraer matrimonio con su actual marido, pescador, se convirtió en una de las muchas mujeres y niñas que tenían que descender por el camino de la ladera para llenar de agua garrafas de 20 litros. Después, las cargaba de vuelta a casa para cocinar y lavar.
“Al principio, pensábamos que el agua era buena, porque solíamos beberla”, nos cuenta Annet Kasukya. “Pero luego nos enfermábamos y creíamos que, a lo mejor, era por los mosquitos. En la comunidad, la gente siempre estaba enferma. Mi vecino falleció de esquistosomiasis. Tenía el estómago hinchado. No sabíamos que el problema estaba en el agua del lago”.
Su primera hija, Hanifa, ahora de seis años, sufrió unas graves diarreas. “Gastamos mucho dinero intentando que mejorase”, dice Annet. “Se quedó muy deshidratada. Casi le cuesta la vida”.
Algunos habitantes pensaron que, si tomaban el agua de una zona más profunda del lago, estaría más limpia. Ello acarreaba sus propios peligros, incluyendo el riesgo de ahogarse y de encontrarse con cocodrilos. “El lago no era nada bueno”, afirma.
El pozo más próximo quedaba a 2-3 horas a pie cuesta arriba en dirección contraria, y su agua no era completamente salubre. La otra alternativa era comprársela a los vendedores de la zona. Durante el día, se podía adquirir agua en la aldea a 500 chelines ugandeses (0,15 dólares) por garrafa.
“Era caro. No nos lo podíamos permitir”, asegura. “Gastamos mucho en el tratamiento médico de nuestros hijos y de nosotros mismos cuando nos pusimos enfermos. Nos era imposible ahorrar ningún dinero para nuestro día a día”.
Años atrás, el lago constituía una buena fuente de agua, pero, con el tiempo, el desarrollo industrial y el crecimiento de la población trajeron la contaminación, explica Kigongo Mathias, presidente del Distrito de Buikwe. “Las comunidades ribereñas empezaron a sufrir cada vez más enfermedades transmitidas por el agua, muertes (especialmente entre los más pequeños), gastos médicos elevados y un descenso en las horas de trabajo productivas. Eso fue el punto de partida para una espiral negativa de pobreza y retraso en el crecimiento de los niños. Era una situación totalmente indeseable, tanto para los hogares como para el gobierno del distrito”.
La zona no contaba con la presencia de ninguna ONG, y el Distrito de Buikwe, recién creado, no disponía de fondos para perforar pozos o construir redes de suministro de agua.
Islandia entra en escena
En 2015, la Embajada de Islandia, con sede en la capital ugandesa, Kampala, a petición del gobierno del distrito de Buikwe, empezó a estudiar cómo poner en marcha un programa de agua, saneamiento e higiene (WASH) en ese lugar.
Maurice Ssebisubi, responsable sénior del programa en la embajada, identificó 39 aldeas establecidas a lo largo de la ribera. A partir de ahí, unos asesores evaluaron el área. “El principal problema que encontraron era la ausencia de agua limpia y segura”, explica. “En segundo lugar, no existían instalaciones de saneamiento. Todo era defecación al aire libre. Las comunidades se encontraban en una situación realmente mala”.
Para los sistemas de agua, el equipo islandés comenzó a estudiar las distintas opciones disponibles en el mercado. “Queríamos algo que nos pudiera ofrecer una buena relación calidad-precio y, al mismo tiempo, incorporara bombeo para que la gente no dejara de tener agua, que es la sangre de la comunidad”.
El equipo visitó varios sistemas distintos de agua sin conexión a la red en la Uganda rural. Cada uno presentaba sus propios problemas específicos, como los que usaban transacciones en efectivo. “Cuando alguien recauda el dinero, este desaparece. Y, cuando una bomba se avería durante una semana, alguien viene y se la lleva”, nos cuenta.
En otros proyectos, el suministro de agua funcionaba durante seis meses y, después, el grifo se cerraba. Un sistema en las aldeas del norte aplicó un modelo de gestión comunitario, pero los residentes tenían problemas con la gestión de los ingresos. “No queríamos repetir los mismos errores”, dice.
La solución: el sistema de agua Grundfos Lifelink
Todo cambió cuando el equipo de Maurice visitó un quiosco dispensador de agua AQtap alimentado por energía solar ubicado en Kikondo, cerca de Buikwe. “Consultamos los registros y vimos que llevaba unos tres años en funcionamiento. Cada vez que volvíamos, seguía teniendo agua”.
La ONG Water Mission Uganda había puesto en marcha la solución Lifelink con quioscos dispensadores de agua en Kikondo. Tras consultarles, Islandia concluyó que conectar las nuevas redes de suministro a una solución dispensadora automática de prepago, como el quiosco Grundfos AQtap, sería la mejor opción.
El gobierno de Islandia ya había determinado que, a fin de garantizar los fondos suficientes para la operación y el mantenimiento de los sistemas, era necesario realizar pequeños cobros por el agua. Los quioscos dispensadores de agua Grundfos AQtap proporcionaban esto con su modelo de prepago mediante tarjetas WaterCard y un sistema de administración del agua online.
Así, Islandia ofreció 6,7 millones de dólares por un programa WASH de 4 años de duración que concluiría en 2019. El programa sufragó la creación de 24 pozos en 39 aldeas para atender a unas 45.000 personas, bombas sumergibles Grundfos SP alimentadas por energía solar con inversores solares RSI y 107 quioscos AQtap alimentados por energía solar en las aldeas. Bugoba fue una de ellas. En 2017 se instalaron tres AQtap.
El programa WASH también proporcionó, entre otras cosas, instalaciones de saneamiento, redes para la recogida de aguas pluviales y programas de formación.
En 2020, el gobierno local del Distrito de Buikwe asumirá completamente la propiedad de los sistemas. “Las comunidades deben poder mantener los sistemas en funcionamiento por sí mismas”, insiste Unnur Orradóttir Ramette, embajadora de Islandia en Uganda. “Es un sistema de bajo coste, prácticamente sin gastos de mantenimiento”.
Cómo funciona
En primer lugar, la comunidad comprueba el agua del pozo de forma periódica para asegurar su salubridad. El agua segura se bombea hasta unos depósitos mediante energía solar. Desde ahí, se distribuye por gravedad a través de unas tuberías hasta los quioscos dispensadores de agua Grundfos AQtap, emplazados en los centros de las aldeas.
Usando sus tarjetas de prepago WaterCard, la población puede, en cualquier momento del día o de la noche, obtener agua segura para sus hogares y pequeños negocios en los puntos de suministro. El precio es de 100 chelines por 20 litros de agua, equivalente aproximadamente a 0,03 dólares.
“Queríamos una solución que no usara dinero en efectivo y que garantizara la transparencia en la gestión de todo el sistema”, explica Unnur Orradóttir Ramette.
Tanto los datos de las transacciones y las operaciones como los datos de funcionamiento de las bombas se procesan y publican online. “Transferir dinero al sistema AQtap es muchísimo más fácil que en otros sistemas que he visto”, dice Maurice Ssebisubi. “Y, además, todo se gestiona online. La resolución de problemas puede hacerse online. No necesitamos llamar a nadie”.
El director nacional de Water Mission Uganda, Tom Kisubi, argumenta que la gestión económica del sistema aumenta la sostenibilidad social del proyecto. “Tenemos una transacción sin dinero en efectivo. Ahora mismo, mientras hablamos, la gente puede cargar saldo en sus tarjetas de agua. No necesitan disponer de efectivo. Eso mejora la rendición de cuentas. Mejora la gestión económica y, en última instancia, la sostenibilidad de todo el proyecto”.
Maurice Ssebisubi añade: “Todo el dinero se centraliza en el distrito, pero las personas tienen tarjetas WaterCard. De ese modo, hay un funcionario del distrito con una cuenta en la que se deposita el dinero. A la vista de todo el mundo. Todo canalizado hacia una persona. En los anteriores sistemas, se canalizaba a distintos comités y tesoreros, y el resultado, al final, era que todo se venía abajo. Con AQtap, la trazabilidad ha mejorado de manera notable”.
Afirma además que la otra gran ventaja de los quioscos AQtap es su durabilidad. “Han sido puestos a prueba en estas comunidades durante tres años”, nos dice. “No hemos tenido ningún tipo de problema. Siempre le digo a la gente que estos son los iPhone del agua”.
El resultado de disponer de agua segura
En la aldea de Bugoba, donde los quioscos AQtap llevan más de dos años en funcionamiento, la residente Annet Kasukya asegura que la diferencia es palpable mires donde mires. “La aldea está muy limpia. Y ya no vemos personas enfermas vomitando o con diarrea. La gente ha aprendido a ser limpia. A mantener la limpieza”, nos dice.
“La situación ha cambiado mucho, porque ahora tenemos agua limpia”, prosigue. “El agua es accesible. Puedes obtenerla, no importa si es de noche o por la mañana o al mediodía. Me puedo permitir los 100 chelines para comprar 20 litros. No es tan cara”.
Añade que, ahora, su familia puede ahorrar dinero en medicinas y visitas a la clínica, y sus hijos pueden asistir a clase. Los maestros de Bugoba dicen que el número de niños matriculados en la escuela casi se ha duplicado después de que la población tuviera acceso a agua segura y saneamiento.
Según los datos preliminares de la embajada transcurrido solo un año, en 2018, el índice de afecciones vinculadas a enfermedades transmitidas por el agua en todo el Distrito de Buikwe cayó en un 7 %. El distrito todavía no dispone de los datos del programa WASH en 2019 para todas las aldeas pesqueras. Pero, en Bugoba, el número de casos de diarrea en todos los grupos de edad se ha reducido un 45 % entre 2017 y 2019. En los niños menores de 5 años, ha descendido un 65 %.
Aunque la Embajada de Islandia llevará a cabo una evaluación completa del proyecto, las cifras iniciales muestran que el acceso a agua segura en el distrito ha crecido hasta llegar aproximadamente al 90 % de la población, destaca Maurice Ssebisubi. “El objetivo es erradicar completamente las enfermedades de tipo diarreico en las aldeas para finales de 2019”, afirma.
Un sistema sostenible
El presidente del distrito, Kigongo Mathias, asegura que solía pasar mucho tiempo visitando residentes enfermos en sus recorridos por las aldeas. Todo eso hoy ha cambiado. Las noticias de las clínicas de la zona le han dejado impresionado.
“¡No tienen mucho trabajo! Y si miramos las reservas de medicinas, el consumo ha descendido enormemente. Eso le ahorra mucho dinero al gobierno”, dice.
“Si consigo más dinero, ese es mi sueño”, añade. “Que todo el distrito tenga esos sistemas para que podamos declararlo públicamente como altamente seguro en cuanto al suministro de agua”.
La embajadora Unnur Orradóttir Ramette insiste en que el enfoque sostenible va más allá de este proyecto WASH.
“Estamos contribuyendo a una mejor salud, a una mejor educación”, dice. “Estamos contribuyendo a los objetivos de desarrollo sostenible: a muchos de ellos, pero especialmente al objetivo número 6 en lo que se refiere al agua potable segura y asequible”.
“Queremos ser capaces de proporcionar agua segura y asequible a cientos de millones de personas en este planeta”, recalca. “Para alcanzar esa meta es necesario un esfuerzo colectivo. Y hemos encontrado una solución que parece estar funcionando muy bien”.